Faustino López o la serena inquietud
En Boimouro,
bailando bajo el follaje que otoñea esperando el viento de las castañas, hay
un móvil de Faustino López, cuyo título, Unidad, despliega un horizonte hermenéutico
apasionante. Unidad, sí, pero en esa perpetua diferencia que hace de la
escultura cinética una máquina del eterno movimiento. Diríase que, para el
lector avisado, esa “escultura inquieta”, signo radical de impermanencia,
constituye una crítica implícita a todos aquellos discursos de la filosofía, y
en particular de la metafísica, que han funcionado como metarrelatos
fundacionales apoyados sobre el puente roto de un Ser y una Verdad últimos. La
filosofía de la historia y el pensamiento crítico han vivido aherrojados en el
lecho de Procusto de las filosofías platónicas. O, para decirlo con Nietzsche,
en un conocido pasaje de El Ocaso de los ídolos, el mundo de lo
“verdadero” ha devenido fábula y se afirma ahora, como el propio artista
reconoce, “en los círculos del aire”.
Otrora
necesaria, la “violencia de las interpretaciones”, en la que el mundo se
afianzaba seguro sobre la plenitud de una eidética pétrea, ha recibido su
gozosa acta de defunción. En cambio, las contingencias vibrátiles de una
“filosofía del movimiento” (sit venia verbo) son, hoy, la afirmación
irrecusable de la frágil suspensión aérea de una existencia sin garantes
trascendentales, alejada del férreo estuche de la eidética platónica y del
pathos ontoteológico, de la estabilidad marmórea del sujeto y su presencia
plena, de la fortaleza avasalladora de los conceptos y (más allá́ de los
poderes de la biopolítica) liberada a la apertura de su propio acontecer.
Diríase que la larga
gigantomaquia entre Heráclito y Parménides ha culminado con la afirmación de
que todo fluye danzando, como las aguas del río: el devenir, el azar y esa
trama inextricable y misteriosa de lo que ha sido, de lo que es y de lo que será.
Como ese río que, parafraseando a Borges, arrastra tras de sí filosofemas y mitologías,
que corre en el sueño y en el desierto y que, finalmente somos y nos arrebata.
Tal como resume, lapidaria, Chantal Maillard en su libro Matar a Platón,
“todo lo que acontece nos desborda y [ya] no estamos seguros del refugio”. Y
precisamente esa menuda nube magallánica, ese azar
desmitificador, ese curso fluvial que espejea, vira y se bifurca, ese caos
eventualmente creativo que erosiona y se afirma, gozoso, en su metafórica
voluntad de río son las claves del pensamiento de quien es, para Faustino López,
un filósofo de referencia: Friedrich Nietzsche.
Como recoge Faustino
López, “la hostilidad de Platón hacia el arte es algo muy significativo (...).
El socratismo estético se corresponde con la estatuaria inmóvil”, mientras que
el arte cinético vibra y se desplaza como el funámbulo nietzscheano, oponiendo
su voluntad de poder y experimentando en su propio ser- aquí, y ser -
ahora, las vibraciones de una cuerda que oscilará, ya para siempre, sobre
el abismo de un acontecer incierto. Bien interpretado por Heidegger, Nietzsche
nos muestra la contradanza del arte frente a la pétreas quimeras de la Idea,
oponiendo su voluntad de poder contra el nihilismo inerte de lo inteligible y
desvelando, por tanto, que el devenir aéreo de lo sensible es la manifestación
irrefutable de una vida que se crea a sí misma, un permanente acontecer que no
se deja atrapar en las falacias de la quietud, sino que captura y encarna el
movimiento sin someterlo a la rigidez del bronce o del oro, “materiales estúpidos
condenados a la inmovilidad por su propia naturaleza”, en palabras de Sartre.
En este contexto, basta con contemplar una escultura cinética de Faustino López
para sentir la vibración radiante de un pensamiento nuevo, una nueva forma del
ser que ha aprendido a vivir en los laberintos de una contingencia que hace
irradiar su movimiento hasta los confines de un universo que es, en sí mismo,
la danza innumerable de la mudanza.
Nuestros
baluartes íntimos se derrumban a cada instante; más que ser, estánsiendo en
medio de los sutiles seísmos de una (des)construcción continua, pero, igual que
en la ciudad invisible de Tecla, de Ítalo Calvino, cuando la noche cae, podemos
ver una miríada de estrellas contemplando un proyecto gloriosamente inacabado.
Y, entonces, el aire se serena. La mirada cae hacia lo alto y se diría,
con Nietzsche, que el amor de sí, en su heroísmo alado, se deja arder con la
escalera mágica de un humanismo nuevo, terrestre, sí, pero de una tierra que
despliega su sentido y su órbita en oscilaciones infinitas y es, en fin, la
clave de bóveda de una existencia que lo envuelve todo en la fragilidad de su
aura.
Las osamentas,
fosilizadas, de un “pensamiento fuerte”, yacen a nuestros pies y hay muchos, y
muchas, que se rinden a la nostalgia y se dejan afligir por el duelo de una
Estructura ausente y una Verdad exhausta. Los fantasmas de un nihilismo
materialista acechan, ya, en todos los horizontes. ¿Y si acatáramos, con un
vitalismo de la finitud que haya perdido su condición paradójica, el perpetuum
mobile de una vida in fieri, un work in progress que ha de
doblar las rodillas ante la muerte, pero que celebrara, entretanto, la fiesta
de la vida igual que una escultura cinética que se deja bailar en las
corrientes del aire?
La obra de Faustino
López lleva implícita esta lección. ¿Y si, como buenos alumnos de este profesor
de filosofía, Doctor en Estética, equilibrista del peso y del color y de la
bien entendida ligereza dionisíaca, tomáramos conciencia de que un móvil no es
sino un álter ego en el que se proyecta nuestra ipseidad en la vastedad
fluvial de una inquietud heraclitana? Entonces, he aquí el meollo de la trama, podríamos
volver sin perturbarnos más de lo debido a esos versos de Fray Luis de León:
“El aire se serena/ y viste de hermosura y luz no
usada”.
Coda / Aquí,
en Boimouro, donde el río del Mazo corre indolente hacia el estuario del
Porcía, un móvil de Faustino López afronta con apacible alegría el acoso de la
intemperie. Su título, Unidad, es una invitación pánica a la aceptación
y al amor. Una filosofía de la intemperie en cuyos voluptuosos círculos el aire
se abre paso y, simplemente, está pasando. Y ante él, cada día, cada noche que
la luna se refleja en el azogue de sus espejos metálicos, siento que soy yo
misma la que vibra bajo las hojas de un nuevo otoño. La que un día caerá a
tierra y se dejará llevar, como una hoja de color canela, en los perpetuos círculos
del aire.
Inés Marful Amor
CÁLCULO
DE ALEGRÍAS
2021. Técnica
mixta. 1,08 x 0,66 x 0,05 m
Incluso
en la pared, en el interior de un edificio, algo se puede mover y algo se
puede alegrar. Espinosa decía que la alegría es la pasión que lleva al alma a
una perfección mayor. “Quien lo probó lo sabe”.
|
CASTILLO INTERIOR
2020. Técnica
mixta. 0,52 x 0,16 x 0,08 m.
La
mejor fortaleza tiene alas que sobrevuelan el mundo para conocerlo y para
anunciar nuevos movimientos. La alegría es parte de ese castillo interior que
reconstruye las murallas que faltan.
|
CONCENTRACIÓN
2021. Técnica
mixta. 0,16 x 0,29 x 0,28 m.
Decía Alexander Calder, el creador de la
escultura cinética, que “cuando todo sale bien un móvil es una poesía que se
mueve con la alegría de la vida y sus sorpresas”.
EQUILIBRIO
MUSICAL
2021. Técnica
mixta. 0,33 x 0,29 x 0,25 m
Una
nueva partitura se mueve en el aire bien temperado, notas de colores, ritmos
sin prisa, acordes que se aproximan a la dicha de existir.
|
CÍRCULO
DE LA ALEGRÍA
2021. Técnica
mixta. 2,26 x 0,81 x 0,24 m.
Si
los círculos, los anillos, las coronas circulares y las esferas más elevadas pudieran transmitir algo sería una especie
de dicha de existir con esas formas sin esquinas, como si la amabilidad, el
cariño y el buen trato fuesen su consigna.
|
CÁLCULOS
IMPRECISOS EN EL AMANECER
2021, Técnica
mixta. 2,27 x 0,75 x 0,25 m.
Cada
día está astronómicamente calculado, pero la atmósfera creará nuevas
variaciones para que la vida sea un experimento sincero alejado de la
monotonía.
Muchas
ramas han de crecer para sostener un fruto redondo.
|
BOSQUE
2021. Técnica
mixta. 0,92 x 0,65 x 0,43 m
Podría
ser una fiesta de colores en plena Naturaleza o la representación de todos
los colores con los que se visten los hayedos a lo largo del año, o la
convivencia armoniosa entre los humanos…
|
EL
SOL EN LAS ALTURAS
2021. Técnica
mixta. 1,32 x 0,64 x 0,52 m
Nuevos cálculos podrían indicar otras
disposiciones de la luz, otras órbitas posibles para los astros, nuevas
arquitecturas ampliadas, incluso algunas montañas elevándose.
|
FLOTAR
EN LOS ANILLOS
2020. Técnica
mixta. 2,22 x 0,85 x 0,33 m.
|
En una ocasión un astrónomo dijo que Saturno
parecía haber sido diseñado por un artista, no por un dios cualquiera, sino por
un Dios Artista o por un artista divino lleno de alegría geométrica.
EL
AIRE SE SERENA
2021. Técnica
mixta. 6,50 x 3,80 x 1,35 m.
Nosotros
también quisiéramos, como Fray Luis de León en su “Oda a Salinas”, que nos llegase alguna belleza y alguna luz
poco usada. Y que fuesen fluidas, flexibles, cambiantes, capaces de hacer
“una fiesta para los ojos” (Nietzsche), llenas de movimiento y de alegría.
|
ARCO
DE TRIUNFO
2021. Técnica
mixta. 1,10 x 0,58 x 0,38 m
El
mejor diseño arquitectónico de un arco de triunfo sería el que dejase que el
aire libre moviese formas y colores para celebrar la paz, la alegría en un
himno, la serenidad sin fanatismos.
EL
SOL Y SUS ANILLOS
2020. Técnica
mixta. 0,99 x 0,75 x 0,92 m
El
Sol y la Luna se presentan y ponen todo en movimiento, los colores agradecen
la luz del día y de la noche. Todo el sistema solar se equilibra en sus
manos. Y
se formarán otros anillos.
|
|